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Titerogakaet



 

El vocablo aborigen Titerogakaet parece que fue el empleado por los majos para referirse a la isla con anterioridad a su conquista. Se trata de un término de origen bereber que ha sido emparentado con el tuareg tetergaget, "la que está quemada", o bien con los vocablos titerok y akaet, que significarían "Montaña Colorada".

Del mismo modo, la toponimia insular está plagada de voces de origen indígena, como Yaiza, Tinajo, Teguise, Timanfaya o Guatiza, que comparten protagonismo con lugares de nombre hispánico como San Bartolomé o Puerto del Carmen.

Los antiguos pobladores de Lanzarote por tanto llamaban a la Isla Titerogakaet. A pesar de que el Archipiélago pasa a formar parte, formalmente, de las páginas de la Historia a partir del siglo XV, las Islas eran conocidas en la antigüedad.

Denominada Purpuraria debido a la gran cantidad de orchilla que poseía, su nombre actual se debe, no obstante, el navegante genovés Lancerolotto Malucello quien, en 1312, redescubre el Archipiélago. La orchilla es un liquen del que se extraen colorantes naturales. Ya en la Grecia clásica sabían de la existencia de las Islas, designándolas Hespérides.

La conquista se inicia por Lanzarote, en 1402, a raíz de que el caballero normando Jean de Bethencourt consiguiera los derechos de conquista de la mano del Rey castellano Enrique III, quien patrocina la invasión. Se sabe que, algunas décadas antes, reinaba en Lanzarote Zonzamas, el cual residía en un castillo construido con piedras de gran tamaño, lugar que en la actualidad constituye uno de los conjuntos arqueológicos más destacados de Canarias.

Los antiguos pobladores vivían en la edad de piedra al llegar Jean de Bethencourt. Se entiende por guanche, asimismo, la lengua que hablaba la población prehispánica, hoy desaparecida, de la que se conservan sólo algunas palabras y topónimos que designan lugares y útiles. Los conquistadores quedaron admirados por el aspecto físico, las costumbres y las virtudes de los aborígenes, de cuyo origen nada se sabe a ciencia cierta. La teoría general más aceptada señala que procedían del noroeste africano, continente distanciado de Canarias por unos 100 km.

Al iniciarse la conquista, existía en Lanzarote un solo reino bajo el mandato de un rey o mencey llamado Guadarfia.
El modo de vida giraba en torno al pastoreo, aunque también se cultivaba cebada y trigo de los que, una vez tostados y molidos, se obtenía harina de gofio, elemento esencial de la dieta alimenticia de los aborígenes.

Vivían fundamentalmente en cuevas y, a veces, construían chozas. Un tipo de vivienda singular en la Isla era la casa honda, gruta subterránea formada por la acción volcánica, de escasa altura y que, por lo general, contaba con una boca de entrada y otra de salida.

También disponían de construcciones de utilidad pública, como el tagoror, de planta circular y oval rodeada de un pequeño muro de piedra seca, en cuyo interior se reunían los ancianos o consejeros para deliberar sobre asuntos políticos e impartir justicia.

Vestían con pieles, la tierra era común y eran pacíficos. Creían en un solo dios, tenían leves y jueces embalsamaban a sus muertos. Grandes amantes de la libertad, practicaban la lucha canaria, un deporte autóctono que ha derivado hacia la manifestación deportiva actual del mismo nombre.

Un aspecto que resalta el sentido de comunidad entre los aborígenes lanzaroteños se aprecia en la pesca con redes y juncos, en la que participaban hombres y mujeres apaleando el agua para conducir los peces a la red, cercándolos. La pesca se repartía a partes iguales entre todos los participantes.


La poliandria era frecuente, es decir, aquella situación en la que una mujer tiene varios esposos. Ello presupone que la mujer tenía reservado un papel social muy importante a través de la maternidad.

Lo normal era que a cada mujer le correspondieran tres hombres, cada uno de los cuales ejercía de marido principal durante una fase de la luna, mientras los dos restantes pasaban a ser colaboradores.

En 1402 tomo contacto con La Graciosa Juan de Bethencourt el cual no tuvo mayor problema en conquistar la isla ya que Guadarfía solo contaba con 200 hombres para la defensa de toda la isla.

A su llegada, Bethencourt se estableció en la Playa de Las Coloradas, muy cerca de la localidad de Playa Blanca, en donde se erigió la primera Diócesis de Canarias. El 28 de Septiembre de 1454 se otorga a Diego de Herrera y doña Inés Peraza el señorío de Lanzarote.

Los habitantes de la isla estaban molestos con la tiranía de Diego de Herrera y comenzó un motín. Los amotinados hicieron prisionera a una tripulación portuguesa. Pero dicho motín no duraría mucho.

La conquista supuso un salto desde la edad de piedra a la moderna civilización europea. Se suceden diversos monocultivos durante largos períodos, como la caña de azúcar, el vino y la cochinilla. Éste último nombre denomina a las larvas de un insecto parásito de las tuneras -nopales- de las que, una vez desecadas y reducidas a polvo, se extrae una materia colorante roja que lleva el nombre del insecto, aunque es más conocida por carmín.

Después de varios señoríos y marquesados llegamos al 1 de Septiembre de 1730 cuando cerca de Timanfaya comenzaron unas erupciones volcánicas que duraron hasta el año 1736. Después de estas erupciones la vida en Lanzarote se volvió muy dura en el campo de la agricultura, pero los isleños supieron salir del paso, cultivando incluso en las mismas cenizas de los volcanes.

Hasta 1852 la capital de la isla era la Real Villa de Teguise y a partir de ese momento y hasta la actualidad ese nombramiento lo tiene Arrecife. La causa es muy simple Arrecife tenía puerto y con la aparición de los grandes comercios y del puerto de Arrecife, este fue creciendo en tamaño, necesidad e importancia. Era la puerta de entrada y salida de la isla.

Durante bastantes años la pesca y la agricultura fueron las que impulsaron a esta isla. En la actualidad su mayor fuente de ingresos, puestos de trabajo e inversiones, giran entorno al turismo.

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